martes, 16 de noviembre de 2010

Monólogos II

Siento tu presencia pequeño, no a muerto aun el niño que vive aquí adentro. Mas si deberán morir sus malas costumbres, no hay porque impacientarse, lo que se busca siempre llega, aunque no siempre sepas exactamente lo que deseas, de a ratos te confundes con ese mundo de pobres corazones. Eran la falta de paciencia y de constancia nuestros grandes males, pero al menos yo me estoy alejando de ese circulo vicioso, cuando quieras te enseño el camino. 
Y te digo mas: yo que he perdido todo rastro de nuestra inocencia, aspiro a corregirte como si fueses mi propio hijo, evitándote el tropezar tres veces o mas con la misma piedra, ya hemos caído con ellas, ahora deberás aprender a esquivarlas, a saltarlas, a volar sobre ellas, sin dejar que te vuelvan a tirar al suelo.
Bien recordaras, hace un tiempo atrás, cuando llorabas por tu mala suerte, y al mismo tiempo te hacías preguntas como: "¿Por qué a mi?". Y evadías los conflictos para no herir a otros, cuando las circunstancias te exigían que actuaras, que te enfrentaras. Te hacia falta esa actitud diferente, tu bondad, tu querer herir a otros siempre te costo grandes dolores, bien lo se, ambos sufrimos, pero creo que aprendimos. No hay rencor en nuestro corazón, impermeables a todo odio o amor, así lo dice mi conciencia superior: "en épocas frías como la actual, el calor para no enfriarse, debe guardarse bajo mil llaves, y quien logre encontrar todas y cada una de ellas, podrá disfrutar de aquella llama inmensa".
¿No es así? Es verdad que mucho nos costo, pero prevalecimos sobre lo finito, demostrando que nuestro amor propio es realmente infinito, aunque a veces tengamos que comernos el orgullo y guardarlo para otro rato, siempre estará presente ese amor propio. A él recurrimos cuando hemos caído, nada podrá destruirlo, porque viene de un tiempo lejano, en el que las almas y los espíritus eran forjados con carne, sentimientos e ideales nobles, no como hoy que la repetición sistemática de un amor poco natural y fingido, genera individuos sin raíces sobre la tierra en la que viven, sin propósitos, sin curiosidades, sin sed de conocimientos superiores...
No hemos tenido maestros, gran suerte al parecer, pues ningún maestro sabe realmente dar su cátedra, sin antes imprimir en su alumno su vil espíritu opresor, queriendo vivir a través del alumnado, muy pocos, escasas excepciones rompen mi regla sobre la educación reglada, el ser autodidacta, hoy por hoy, esta en extinción, como ayer, como siempre...