lunes, 13 de diciembre de 2010

Que mal le sentaron las noches a aquel muchacho, ya sin sueño, sin compañía, no descansaba ni aun dormido. Y así, como simulando abrazar a un ser amado, me acurruco entre las sabanas y abrazo con alma y vida la almohada, que patético todo esto. Podrás ver, si observas con detenimiento, el latir de mis lamentos, ya viejos y rancios buscan arrebatarme, sin buenos resultados, eso que a menudo ni yo encuentro, pues lo presto o lo pierdo. A pesar de ya no tenerlo, o al menos no encontrarlo ni verlo, mi pulso indica que no estoy muerto, hay algo que no entiendo. Entre silencio y silencio pienso, te pienso, no creo ser merecedor de algo tan bueno.