jueves, 12 de agosto de 2010

Sana inconsciencia.

El tiempo,
el tiempo es aquello a lo que todos temen.
Dicta las acciones y decisiones de aquellos que son "conscientes" de su "existencia" - o al menos toman como propio un concepto que les es ajeno- de aquellos que se someten al hipnótico poderío del reloj.

Unos mas, otros menos,
todos en mayor o menor medida,
le tememos.

En verdad no existe razón alguna para atormentarse
con algo tan superfluo como lo es el tiempo.

Tirano del cuerpo,
pero no del espíritu,
no por ser tirano del cuerpo deja de ser algo superfluo,
pues ante tamaño rival como lo es el espíritu,
el tiempo es impotente.

¡Un completo inútil!

El tiempo podrá marcar la profundidad de las superficiales heridas,
pero jamas podrá siquiera rasguñar al omnipotente espíritu de los "inconscientes del tiempo".
Esos seres que se rehúsan a renunciar a si-mismos,
esos seres que se imponen en todas las Eras,
esos seres que no se lamentan de los "tiempos" en que les ha tocado desarrollar su existencias física,
esos hombres y mujeres de carne y huesos, que si bien son vulnerables a la erosión del tiempo,
por dentro son inmortales.

Para defender nuestros cuerpos del desgaste físico y psíquico del "tiempo",
es preciso invocar a la sana inconsciencia del espíritu.
Este debe ser nuestro método defensivo y de ataque
contra un mundo que se cree "real,
y que busca devorarnos de un bocado con su alocado y sistemático accionar contra el espíritu humano.

¡Ay de aquellos! que se dejen pisar por el mundo que nos toco heredar,
y se sometan sin chistar a la ilusión del tiempo,
y de otros tantos conceptos falsos y erráticos.